La alimentación es parte del problema ambiental.
El impacto del ser humano sobre nuestro planeta no solo es proporcional a la densidad de población sino también a la energía que cada uno de sus habitantes consume. Cualquier producto consumido, antes de llegar al consumidor, atraviesa un largo proceso: extracción de las materias primas, diseño, transformación, promoción, distribución, transporte y comercialización. Todo ello añade una carga a la denominada “Huella Ambiental”.
Todo lo que consumimos (productos o servicios de cualquier tipo), tienen un impacto en la naturaleza y, para poder medirlo, utilizamos “la huella ecológica”.
La huella ecológica es un indicador ambiental del impacto que ejerce una cierta comunidad, país, región o ciudad – sobre su entorno. La huella ecológica se expresa como la superficie necesaria para producir los recursos consumidos por cualquier actividad, así como la necesaria para absorber los residuos que genera, independientemente de su localización.
• Cantidad hectáreas necesarias para urbanizar.
• Hectáreas necesarias para producir alimento.
• Superficie necesaria para producir pescado en el mar.
• Hectáreas de bosque necesarias para asumir el dióxido de carbono que generamos.
• Se expresa en hectáreas por habitante y año.Como podemos deducir, el ámbito de la alimentación no es ajena a la huella ecológica. Todos los procesos que intervienen en la producción, transformación y elaboración, transporte y consumo de alimentos, dejan una huella en la naturaleza.¿Cómo podemos reducir la huella ecológica de nuestra alimentación?
La huella ecológica se calcula a partir de: |
Compra de alimentos de proximidad. El consumo de productos importados tienen un impacto ambiental elevado, (sobre todo cuando viajan muchos kilómetros para que lleguen a nuestras manos), impacto que podemos reducir de forma muy sencilla. ¿Cómo?, decantándonos por la compra de alimentos de proximidad, siempre que sea posible, en lugar alimentos y/o productos importados, con ellos estaremos disminuyendo la emisión de CO2 a la atmósfera, dado que se reducirán los recursos necesarios para el transporte, conservación y almacenamiento y la distribución de alimentos. Además, estaremos fomentando la economía local, mejorando así la economía del país.
Reduce, en lo posible, tu consumo de carne a favor de los productos vegetales, ya que para producir un kilo de carne se utilizan más recursos (suelo, agua, etc.), que los que se necesitan que para producir un kilo de vegetales. Compra productos a granel. La compra a granel, además de permitir comprar cantidades ajustadas a nuestras necesidades, evita el exceso de envases. Es un forma de reducir los costes energéticos asociados tanto a la producción envases (plásticos, cartón, etc.), como la cantidad de residuos que terminan en los vertederos. Para hacernos una idea, los envases para la comida representan aproximadamente dos tercios del valor de la comida en sí misma. Opta por alimentos frescos. Otra forma de reducir nuestra huella ecológica relacionada con la alimentación es incluir, en nuestra cesta de la compra, más alimentos frescos que procesados y/o elaborados. Por cada caloría que llega al supermercado, se han consumido 10 calorías de petróleo como consecuencia del procesamiento al que se someten muchos alimentos para que se conserven y estén listos para el consumo. Comprar productos frescos no procesados reduce la huella de carbono de nuestra despensa. Muchas veces, nuestras rutinas y horarios, hacen indispensable el uso de algunos productos procesados, precocinados, etc., pero nuestra tendencia debería inclinarse hacia una mayoría de productos frescos. No hay que olvidar que el consumo energético de cocinar la comida en casa es un tercio de lo utilizado en productos precocinados, los cuales se deben refrigerar, recalentar, etc. para conservarse hasta nuestra casa desde que se han preparado. Consume alimentos de temporada. Hoy en día podemos encontrar una gran variedad de alimentos, sin importar la época del año. Sirvan de ejemplo, los tomates. La época de tomate es alrededor del verano, momento en el que están más sabrosos, más frescos y en el punto de maduración óptimo para la venta y consumo. Sin embargo, tomate encontramos durante todo el año, gracias a la producción en invernadero o a la importación de terceros países. Para producir un tomate de invernadero, se requiere más energía y emisiones de CO2 que para producir un tomate de temporada. Los productos de invernaderos no son malos per se, pero para producirlos es necesario invertir más recursos e insumos para sacar adelante el cultivo, lo que inevitablemente tiene un impacto medioambiental. Apostar por los productos de temporada, en lugar de los productos de invernadero, es una pequeña forma de reducir nuestra huella de carbono asociada a los alimentos que consumimos.
En MADREHUERTA nos preocupa el medio ambiente, nuestros productos además de ser productos de proximidad cuidan el medio ambiente, además contamos con todo lo que necesitas para hacer tu huerto urbano. |